ACNUR: opiniones de los congoleños sobre su trabajo en la zona ACNUR: opiniones de los congoleños sobre su trabajo en la zona

ACNUR: opiniones de los congoleños sobre su trabajo en la zona

En Gbadakila, a pocos kilómetros de la frontera de la República Democrática del Congo, los habitantes miran con curiosidad cómo instalan una clínica móvil...

18 de enero, 2017

Tiempo de lectura: 3 minutos

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En Gbadakila, a pocos kilómetros de la frontera de la República Democrática del Congo, los habitantes miran con curiosidad cómo instalan una clínica móvil los trabajadores de ACNUR para atenderlos allí mismo. En este post te contamos:

  • El proyecto de ACNUR en esta zona.
  • El trabajo de ACNUR y las opiniones de la población local.
  • La historia de este pueblo.

El día que llegó la ayuda

Fundación / Corentin Fohlen ONU

Un médico y dos enfermeras de ACNUR examinan en la zona a los refugiados, pero también a los residentes del pueblo. Con un par de mesas y unas sillas, han improvisado una consulta al aire libre y una farmacia para surtir de medicamentos. Así, fueron explorando a cada persona de forma individual. Estas son sus historias:

Célestine Daikoutekle es una madre de 40 años de edad y desde hace unos meses vive como refugiada en la zona. Como habla francés y sango, los dos idiomas oficiales de la República Centroafricana, está haciendo de traductora para el equipo médico. Ha explicado a los otros refugiados cómo funciona la clínica móvil y, cuando termina, deja que examinen a su hija de cinco años, Sandrine, que no se encuentra bien. Una prueba rápida confirma que sufre malaria.

“Llevo aquí ocho meses —explica mientras las enfermeras le recetan un medicamento a su hija—. Vivo en un refugio que construimos con hojas secas. Tenemos tres mosquiteras que compramos en Gbangi (un pueblo cercano), pero están perforadas y rotas. Por eso, mis hijos sufren malaria tan a menudo”.

Más de 95.000 refugiados de la República Centroafricana han llegado al norte de la República Democrática del Congo  desde finales de 2014 y viven en asentamientos provisionales cerca de las orillas del río Ubangui, donde la malaria es una enfermedad endémica. 

Los médicos de ACNUR tratan de poner remedio a la que ya es una de las principales causas de muerte entre los recién llegados. Muchos de los refugiados no saben que los mosquitos transmiten la malaria; por eso las mosquiteras no son su prioridad.  

En marzo de 2015, ACNUR abrió un quinto campamento en la provincia congoleña de Ecuador, a unos 50 kilómetros de la frontera. Gracias a su ayuda, los recién llegados reciben alojamiento, alimentos y mantas, y pueden disfrutar de artículos de primera necesidad, sobre todo de mosquiteras tratadas con insecticida.

Souzane Yamburungbia tiene 26 años. Desde hace dos meses, vive con su marido, sus cuatro hijos y su madre en un refugio improvisado en Baladamo Rive. Huyeron de un ataque a su pueblo y cruzaron el río Ubangui en un barco de madera. Al llegar a Bili, Souzane y su familia recibieron mantas y otros suministros, incluyendo mosquiteras. “Sé que la mosquitera es importante porque nos protege de enfermedades”.

La prioridad del equipo de ACNUR, además de ayudar a curar estas enfermedades, es difundir el mensaje de la importancia de prevenir la malaria, ofreciendo también recursos para ello.

Todavía queda mucho por hacer en la zona para encontrar una solución duradera a la situación de estos y a los peligros a los que se enfrentan. Si quieres leer más historias de la acogida a los trabajadores de ACNUR, te ofrecemos esta de los refugiados sirios.

 

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