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Los refugiados de Burundi hablan de los horrores de la guerra

Abdul recuerda uno de los capítulos más tristes de su vida: un viernes entró en su casa y encontró los cadáveres de sus dos hermanos, un buen...

21 de junio, 2016

Tiempo de lectura: 3 minutos

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Abdul recuerda uno de los capítulos más tristes de su vida: un viernes entró en su casa y encontró los cadáveres de sus dos hermanos, un buen amigo de la familia y sus tres hijos.

Su colega había sido masacrado mientras preparaba la cena en la cocina. En la sala de estar, sus hermanos adolescentes, de 15 y 19 años, fueron asesinados mientras veían la televisión. A su lado, los otros tres niños. Nadie se salvó aquella noche. Un año después, nuestro protagonista habla del miedo que se vive en Burundi a causa de la violencia política que asola el país.



Desde entonces, decenas de miles de personas han huido del país africano. Más de 250.000 burundeses buscan asilo en los países vecinos como Tanzania, donde actualmente viven Abdul y su familia. Durante este 2016, casi 300 personas huyen cada día de ese país.

Refugiados

Es lo que tuvo que hacer Nolasque, un profesor de historia de 31 años que daba clase en un internado para niñas. “He apoyado a la oposición, ¿eso significa que debo morir?”, cuenta. Nolasque huyó del país cuando unos conocidos le advirtieron que su nombre estaba en una lista elaborada por el Gobierno y que iba a ser asesinado. “Me dijeron que querían limpiar el país de gente como yo”, cuenta. Era Viernes Santo cuando cinco hombres entraron en su habitación y le apuntaron a la cabeza con dos metralletas. En ese momento, un compañero de piso gritó desde el comedor de la casa y los distrajo. Nolasque aprovechó para huir en pijama. Pasó días durmiendo en la frontera hasta que pudo entrar en Tanzania disfrazado de cura.

Durante sus primeros días en un campo de refugiados no era capaz ni de salir de su tienda de campaña a causa del miedo que había vivido. Todavía hoy sus labios se tensan al contarlo en una mueca que indica que está a punto de llorar. Cree que el campo de refugiados está demasiado cerca de Burundi y que todavía pueden encontrarlo y matarlo. ACNUR, junto con el Gobierno de Tanzania, ha puesto en marcha un programa de asesoramiento y apoyo psicológico para todas estas personas que han sufrido durante su éxodo.

Miedo social guerra

Manase trabajaba en la farmacia del hospital cuando fue encarcelado durante tres meses. Durante su estancia en prisión, ataron y sacaron de allí a sus compañeros de celda. Nunca volvieron. Fue torturado en repetidas ocasiones, hasta que consiguió sobornar a los guardias y escapó. El marido de Sabine no corrió la misma suerte. “Lo mataron porque habló de la injusticia”, nos cuenta. “No pude enterrar su cuerpo porque tenía que huir. Tengo miedo de que los perros se hayan comido su cadáver”, dice.

Estas son algunas de las historias del miedo vivido por miles de personas en Burundi durante los últimos años. Muchos han conseguido escapar del país, pero con una huella imborrable en sus memorias que es necesario curar. ACNUR y otras organizaciones no solo ponen a su disposición refugio y artículos de primera necesidad para garantizar su supervivencia, sino también ayuda psicológica para poder superar esta situación.

 

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