Niñas refugiadas sursudanesas se forman para el futuro en Kakuma Niñas refugiadas sursudanesas se forman para el futuro en Kakuma

Niñas refugiadas sursudanesas se forman para el futuro en Kakuma

Sudán del Sur es el país más joven del mundo. Sin embargo, esto no ha evitado que sufra uno de los conflictos más graves de los...

28 de abril, 2017

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Sudán del Sur es el país más joven del mundo. Sin embargo, esto no ha evitado que sufra uno de los conflictos más graves de los que presenciamos en la actualidad. De sus cortos seis años de existencia como república independiente, cuatro han estado marcados por una guerra de carácter político y sociocultural.

La mujer sursudanesa ha sido una víctima especialmente vulnerable en este contexto. Cuando no se ven convertidas en esclavas sexuales, la mayoría de ellas debe soportar la carga familiar y huir del país hacia zonas más seguras.

Y si se trata de niñas o adolescentes menores de edad, la situación es todavía más difícil: solo una de cada diez  llega a la enseñanza media, pues las otras nueve deben dejar la escuela para dedicarse a las labores domésticas o contraer matrimonios forzados que limitan sus opciones de desarrollo individual. 

“Quiero estudiar en Canadá y ser neurocirujana”

Cuando logran huir de la guerra no siempre es para bien. En el trayecto a países vecinos o sitios de acogida, muchas veces son víctimas de abusos sexuales u otras formas de violencia que ponen en peligro su vida y la de sus familiares.

No obstante, existen ejemplos que permiten creer en un horizonte más prometedor, tal como ocurre en el campo de refugiados de Kakuma, en la frontera con Kenia, donde un grupo de niñas sursudanesas asiste cada día a la escuela del campo de refugiados para forjarse un futuro con mayores posibilidades.

© ACNUR/ Anthony Karumba

Es el caso de Esther, una joven de 18 años que llegó a Kakuma en el año 2014, junto con su madre y sus dos hermanas, huyendo de la guerra en Sudán del Sur. Ahora es la alumna más destacada del Morneau Shephell, un colegio para niñas administrado por ACNUR en colaboración con otras organizaciones sin ánimo de lucro.

“Deseo estudiar medicina en Canadá y especializarme en neurocirugía. Quiero ser la primera neurocirujana sursudanesa”, afirma.

Pese a las dificultades de infraestructura y los pocos docentes disponibles en Kakuma, los cinco colegios del campo arrojan hasta ahora resultados satisfactorios, algunos de ellos por encima del promedio registrado en los colegios oficiales de Kenia.

“A veces, la gente me pregunta si algún día lograré mis metas —continúa Esther con una gran sonrisa en el rostro—. Yo les digo que esperen. Sí, hay muchas personas que no lo logran, pero yo realmente tengo fe en mí”, finaliza.

Retos de la educación en el campamento de Kakuma

Se calcula que en todo el campo de refugiados de Kakuma hay unos 74.000 niños en edad escolar, aunque solo una pequeña proporción de ellos continúan los estudios que tuvieron que interrumpir tras huir de sus respectivos países.

Esto confirma la tendencia de muchos otros campos en los está presente ACNUR: las probabilidades de que un refugiado siga con sus estudios son escasas, especialmente las niñas y las adolescentes. En cuanto a los estudios universitarios, solo una mínima parte (uno de cada cien) accede a ellos.

Sin embargo, iniciativas educativas como la de Kakuma son esenciales para devolver a los menores a su niñez, protegerlos de eventuales peligros en los campos de refugiados y, claro, proporcionarles herramientas para su supervivencia. 

 

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